viernes, 24 de abril de 2015


Marketing político for dummies o los idiotas al poder

Según las reglas básicas de los teóricos de la mercadología política, todo aquel que incursione en este campo debe, por principio, tener a un idiota -como candidato- para poder venderlo según sus normas; las cuales detallo: a) debe ser un personaje -masculino o femenino- sin escrúpulos, no debe tener una ética sobre bien común y, sobre todo, debe poseer una ambición desmedida para enriquecerse personalmente; b) debe aprender a repetir frases sencillas y altisonantes, pero carentes de sentido; c) debe convocar a los dueños del dinero para ofrecerles mejores prebendas y contratos leoninos en contra del Estado que podría representar; y, d) empujar a una masa de hambrientos en harapos para que lo sigan con la vana esperanza de conquistar un par de almuerzos o unos centavos para su diario vivir. 
Lo anterior es la traducción real de las normas preestablecidas de estos rapaces del marketing político, quienes afirman que todo candidato debe tener tres plataformas; a) mensaje; b) dinero; y, c) activismo. Por razones coyunturales -como históricas- le agregué a la anterior enumeración, la cláusula “a” del  párrafo inicial sobre el ser humano maledicente para entrar a participar como contendiente.  Porque ningún estadista que se precie de serlo se convertiría en un monigote para repetir frases, vender a su país o matar de hambre a los ciudadanos. 
Pero acá, en este nuestro país -el cual se parece a muchos del mundo-  existen esos personajes nefastos y siniestros; quienes son peores que los terremotos o la violencia de un sicario al momento del disparo; porque -estos criminales y tal- son capaces de fundar estructuras paralelas al Estado para enriquecerse o prostituir la imagen de la mujer para promocionarse. Cito: la red de contrabando de nuestro país, véase, la defraudación fiscal desde la misma instancia tributaria, SAT; las mujeres semi desnudas de un partido o  el discurso limitado del contendiente, ese, quien afirma que “solo el pueblo salva al pueblo”.
¡Qué suerte de canallas gobiernan o intentan gobernar el país! Ni buscando lo menos malo de cada uno se tendría una pálida idea de un estadista; todos y cada una de las personas participantes son simples seres miserables.
Entonces, regreso a mi reflexión original, los mercadólogos de la política son tan ruines como los personajes que representan.  La pregunta es sencilla, ¿por qué se debe vender a un Estadista como si fuera cereal para el desayuno?  O, peor aún, ¿por qué  se le hace parecer como un ser humano probo y noble, cuando es un criminal?  
Esta columna surge porque hace unos días, en nuestro país, se celebró un Encuentro Internacional de Marketing Político, con los mejores expertos del mundo.  ¡Vaya!  ¡Qué terrible! Porque confirma que el “modelo democrático” se convirtió en una oferta al mejor postor. Acaso, sería una subasta, donde un gritón diría, “vendo país para una defraudación, ¿quién lo compra?” Lo anterior, querido lector o lectora, es con todo el peor de los cinismos que nos toca vivir.
Entonces, por favor, por un decoro de dignidad, NO VOTE, no participe en la peor de las mentiras de la “era democrática” del nuestra patria. Mejor siembre un árbol en donde encuentre un espacio. 

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