sábado, 23 de mayo de 2015

Una insurrección pacífica por la dignidad




Es un día para llegar a la Plaza de la Constitución, sábado 16 de mayo, me sumo a la protesta y más de 60,000 ciudadanos caminamos hasta el centro de la ciudad, porque hemos llegado al hartazgo de la corrupción de un sistema que nos atraganta hasta la miseria.  Además, nos sofoca la visión del político arribista y ver cómo la estructura del Estado, a través del cada gobierno, se convierte en otro fraude para la población. Atrás de todo, como una sombra maligna, están los prepotentes del capital forrándose con el dinero mal habido de la infamia, porque la corrupción tiene un ciclo cerrado entre una parte de la iniciativa privada y los esbirros del gobierno de turno.  

Sin embargo, la espontaneidad de la masa humana -al adherirse a la protesta- tiene un leve candor, porque  es una masa abierta; es decir, no está orientada por un poder determinado o caudillo advenedizo. Por eso los objetivos que expone la misma son diversos y algunas de sus reivindicaciones son casi ingenuas. Pero lo que evidencia -como hecho fundamental- el actual estallido social, de orden pacífico, va más allá de pedir que la miserable ex vicepresidenta o un presidente acusado de genocidio sean separados de su cargo, por haber robado dinero de las arcas nacionales. Es -con todo- la esperanza de la ciudadanía que la estructura de despojo de nuestra sociedad cambie para tener un equilibrio humano con dignidad. Es decir, los manifestantes deseamos que nuestra sociedad sea diferente.
Entonces, al llegar a este punto del análisis, la pregunta se impone, ¿cuál modelo de sociedad deberíamos adoptar? Dado que entre los desprecios que muestra la masa se evidencia su rechazo absoluto por cualquier contendiente a la presidencia en las próximas elecciones. Por lo que, las posibles propuestas -al ser informe la masa o sea tener la convergencia de sectores tan diversos como disímiles- pueden ser múltiples o, incluso, contradictorias. Este es el punto crítico de la actual protesta, porque los sectores dominantes locales, afines al contrabando y corruptos per se, pueden aprovechar ese barullo para imponer, nuevamente, los criterios de ese orden social evidentemente caduco; que -obvio- los ha beneficiado y del cual se sirven. Para acotar, querido lector, este orden social imperante está articulado a la economía internacional también con los componentes de la guerra, el narcotráfico y el crimen organizado.
Aclaremos, entre otros puntos, que parte del crimen organizado son las empresas trasnacionales que propician la corrupción de los Estados para enriquecerse ilícitamente, directamente está vinculado el sistema financiero -banco del país y de otros países -, porque vuelvo a mi acotación de la columna anterior, mil millones de quetzales para el caso de Guatemala no se esconden debajo del colchón.
Entonces, debemos comprender que además del crimen organizado, el narcotráfico internacional y la guerra son ejes orgánicos de la estructura económica que nos determina; esa estructura de avaricia y corrupción que nos llevó al hartazgo por el cual salimos a manifestar, porque esperamos un futuro diferente. Con un sino de esperanza, al igual que los miles de guatemaltecos y guatemaltecas que caminamos las calles bajo la lluvia, imagino que un mundo mejor es posible y deseo que los hacedores de la maldad no conviertan en ceniza nuestras esperanzas por la dignidad de nuestro tiempo.


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