
Es un día para
llegar a la Plaza de la Constitución, sábado 16 de mayo, me sumo a la protesta
y más de 60,000 ciudadanos caminamos hasta el centro de la ciudad, porque hemos
llegado al hartazgo de la corrupción de un sistema que nos atraganta hasta la
miseria. Además, nos sofoca la visión
del político arribista y ver cómo la estructura del Estado, a través del cada
gobierno, se convierte en otro fraude para la población. Atrás de todo, como
una sombra maligna, están los prepotentes del capital forrándose con el dinero
mal habido de la infamia, porque la corrupción tiene un ciclo cerrado entre una
parte de la iniciativa privada y los esbirros del gobierno de turno.
Sin embargo, la
espontaneidad de la masa humana -al adherirse a la protesta- tiene un leve
candor, porque es una masa abierta; es
decir, no está orientada por un poder determinado o caudillo advenedizo. Por
eso los objetivos que expone la misma son diversos y algunas de sus reivindicaciones
son casi ingenuas. Pero lo que evidencia -como hecho fundamental- el actual
estallido social, de orden pacífico, va más allá de pedir que la miserable ex
vicepresidenta o un presidente acusado de genocidio sean separados de su cargo,
por haber robado dinero de las arcas nacionales. Es -con todo- la esperanza de
la ciudadanía que la estructura de despojo de nuestra sociedad cambie para
tener un equilibrio humano con dignidad. Es decir, los manifestantes deseamos
que nuestra sociedad sea diferente.
Entonces, al
llegar a este punto del análisis, la pregunta se impone, ¿cuál modelo de
sociedad deberíamos adoptar? Dado que entre los desprecios que muestra la masa
se evidencia su rechazo absoluto por cualquier contendiente a la presidencia en
las próximas elecciones. Por lo que, las posibles propuestas -al ser informe la
masa o sea tener la convergencia de sectores tan diversos como disímiles- pueden
ser múltiples o, incluso, contradictorias. Este es el punto crítico de la
actual protesta, porque los sectores dominantes locales, afines al contrabando
y corruptos per se, pueden aprovechar
ese barullo para imponer, nuevamente, los criterios de ese orden social evidentemente
caduco; que -obvio- los ha beneficiado y del cual se sirven. Para acotar,
querido lector, este orden social imperante está articulado a la economía
internacional también con los componentes de la guerra, el narcotráfico y el
crimen organizado.
Aclaremos, entre
otros puntos, que parte del crimen organizado son las empresas trasnacionales
que propician la corrupción de los Estados para enriquecerse ilícitamente,
directamente está vinculado el sistema financiero -banco del país y de otros
países -, porque vuelvo a mi acotación de la columna anterior, mil millones de
quetzales para el caso de Guatemala no se esconden debajo del colchón.
Entonces,
debemos comprender que además del crimen organizado, el narcotráfico
internacional y la guerra son ejes orgánicos de la estructura económica que nos
determina; esa estructura de avaricia y corrupción que nos llevó al hartazgo por
el cual salimos a manifestar, porque esperamos un futuro diferente. Con un sino
de esperanza, al igual que los miles de guatemaltecos y guatemaltecas que
caminamos las calles bajo la lluvia, imagino que un mundo mejor es posible y
deseo que los hacedores de la maldad no conviertan en ceniza nuestras
esperanzas por la dignidad de nuestro tiempo.
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