miércoles, 20 de junio de 2018

Trump o el sistema del odio y los monigotes



La violencia es un acto de ejecución, no de derecho. Se puede ejercer una acción de  violencia porque se tiene el poder para realizarla. En dado caso, la posición del desfavorecido alega -con causa- algunos derechos, como el innegable derecho a la vida. Sin embargo, al ejecutor no le interesa la opinión o posición de la víctima.  Desde esa construcción teórica debemos analizar la visión del victimario. 
Hice esta foto en 1994,
donde la inocencia es la ternura de la vida. 

Este junio de 2018, las redes sociales estallaron -a nivel mundial- por los atroces actos de la política migratoria de los Estados Unidos, encabezada por el xenofóbico de Donal Trump.  Encarcelar niños, tal cual perros con rabia, lo equipara directamente con el genocida de Hitler. Los comentarios de miles de usuarios de las redes convocan a la dignidad humana ante el brutal hecho. Aunque, no me sorprende, hay textos de algunos individuos miserables, quienes culpan a los padres por tal situación. Estos últimos semovientes, porque no se le puede considerar seres humanos, le imploran incluso a su dios para que la deidad resuelva esas brutalidades; pero sus comentarios son de una maldad equiparable a la actitud del victimario. Son otra línea del victimario.


Comprendamos que esa misma deidad es a la que le oran los tiranos: véase Trump y los secuaces que lo apañan en sus acciones humanas, no divinas. Resuelvo esta primera posición de condena porque el miserable del presidente de Guatemala, un evangélico advenedizo, le ordenó a su Ministra de Relaciones Exteriores emitir un comunicado donde el gobierno del país era respetuoso de la política exterior de los Estados Unidos. Ese comunicado queda para la historia y es la condena como tal ante el irrespeto a la vida.  El presidente Morales, otro genocida.


Al leer esta situación, debemos interpretar que este sujeto, el presidente de Guatemala, -como los servidores públicos que lo acompañan- no tienen absolución por la causa humana. Estos seres son el desprecio de la maldad, porque en sus sueños desean ser como Trump, pero son el vómito de los malvados: monigotes de tercera posición.

El tema es estructural, porque estos sujetos que se enorgullecen de encarcelar niños son quienes crean un sistema de despojo. La causa es real, la pobreza por la violencia y se articula  los militares, quienes son sus adeptos más eficaces para romper cráneos.
El rostro del mediocre. 

Por allí, me saltarán comentarios desde las redes, donde los muchachos semi analfabetas de los “net–centre” me condenan de comunista y otros calificativos. Como le dije a una semoviente, alguna vez, “el comunismo es una ideología, no una enfermedad; quienes están enfermos de maldad y violencia son ustedes, los capitalistas de quinto orden”.  Todo para desviar la atención de los temas críticos. Estos semovientes, son capaces de maldades tan atroces, como enjaular niños.


Eso de capitalistas de quinto orden es porque ni siquiera pueden negociar un mejor precio para las materias primas que exportan al mercado mundial. Literalmente los humillan por los centavos que les pagan y los ves felices; pero se ensañan con los trabajadores, a quienes explotan hasta la miseria; y si piden derechos, los asesinan.


Esos mismos trabajadores, ante la posición de hambre, se ven obligados a emigrar a los Estados Unidos, porque no se puede vivir en sus países de origen. Es todo un sistema de odio, lleno de monigotes y semovientes en las “banana republic”. 

El rostro del odio. 


Una amiga, porque la considero amiga, intentó realizar un análisis antropológico sobre los actos de violencia de la cúpula de poder de los “gringos” desde la perspectiva de la competitividad humana por instinto de sobrevivencia. Tal línea argumental me queda estrecha porque reduce al proceso cultural a una cuestión de instintos. Por el proceso cultural podemos escribir palabras como “derechos humanos” o “derechos adquiridos”, y no todos los derechos se adquieren con el garrote en mano, rompiéndole el cráneo al prójimo.  Pero allí están los niños y los padres encarcelados por el garrote en mano: no es una cuestión de derechos, si no de ejecución de violencia.

Condeno -desde mi actitud de la dignidad- a todo semoviente que emita un comentario denigrante de los padres o los niños ante esta terrible situación que se está viviendo. Ahora, como no le creo a los victimarios, analizo que otros temas están en juego y  sé que están desviando la atención. ¿Para qué la desvían?, ¿quién se beneficia?

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