jueves, 26 de mayo de 2022

20 años de presidenciables…

una ética del poder 

López Obrador-Giammattei


Evocar la letra del tango “Volver” de Le Pera, es una buena referencia “…que veinte años no es nada…”, pero habrá que preguntar para quién estos veinte años no es nada. Intuyo que para los magnates, dueños del capital, les debe parecer una minucia, porque con el tiempo sus fortunas se incrementan; en el reverso de esa circunstancia humana están las masas de los descamisados, esos desposeídos, a quienes -a veces- un día les resulta una eternidad, porque no tienen para comer.

Recordemos, el inició del siglo XXI con la ferocidad del neoliberalismo más rampante. ¿Quién lo duda? El capital que no conoce fronteras afiló todos los mecanismos, supuestamente legales, para despojar a las grandes mayorías de muchos países del mundo. Se privatizaron las grandes empresas estatales, con la mentira que era para agilizar los servicios: salud, educación, energía, agua y otros.

Después de esos veinte años, el balance es evidente, los neoliberales son más ricos, nunca como antes, mientras millones de personas a penas sobreviven. Presiento que un lector consciente aportará su visión personal sobre este trazo de la historia. Intentará comprender cómo se dio esa lógica de expoliación sobre las mayorías. Por el contrario, un desclasado de conciencia, empezará por insultarnos; nos dirá que somos comunistas o que nos vayamos a vivir a Venezuela. Sonreiremos con la ironía del caso, dada la evidente ignorancia ajena.

Este sujeto desclasado, aparte de ser anodino para la historia, es un ser peligroso en su temporalidad. Los vemos transitar por muchos países de la región latinoamericana, gritan despavoridos a los cuatro vientos su malditismo personal. Estos personajes son incapaces de tener un gesto de empatía por otro ser humano, se ufanan de sus pequeños logros, por los cuales -muchas veces- han apuñalado al prójimo; pero articulan, desde una posición intermedia, los engranajes de una sociedad que se basa en el despojo. Sobre este modelo social -dividido en clases- se construyen las democracias representativas de nuestros países. Es allí donde el poder político, en el período neoliberal, se hizo presente y sirvió para legitimar el saqueo al Estado.

Un leve recorrido por la historia de la región nos permitirá encontrar politiqueros en contubernio con las transnacionales del capital. Gobernantes, senadores, diputados, ministros violentaron todos los derechos de los ciudadanos que representan. Basta citar tres personajes nefastos: Carlos Salinas de Gortari -México-; Carlos Menen -Argentina-; y Álvaro Uribe -Colombia-. Por favor, querido lector, no crean que los otros países de la región están exentos de lacayos del capital; no, -de ninguna manera- pero no tengo espacio suficiente para evidenciarlos en una sola columna de opinión, cada uno merece un trato especial para exponerlos en sus atrocidades políticas.

La referencia a los veinte años concuerda con la segunda década del milenio, pero -a su vez- con dos sujetos políticos que salieron a la palestra presidencial cuando despuntaba el siglo: me refiero al Presidente Andrés Manuel López Obrador -México- y al Presidente Alejandro Giammattei -Guatemala-. Evidentemente son dos polos opuestos de la política. 

Por una parte, el Presidente López Obrador es -sin lugar a dudas- un personaje histórico que trascenderá por las acciones en comunión con el pueblo que representa, con una propuesta orgánica de gobierno para el bien común. México, por demás, es una sociedad compleja, tiene la comunidad hispanoparlante más amplia del mundo, aproximadamente 120 millones de habitantes; con una basta riqueza cultural -68 grupos etnolingüísticos diferenciados en el territorio, eso es una buena referencia de la complejidad del país-. 

Al día de hoy, cuando escribo estas reflexiones, el Presidente López Obrador tiene un índice de popularidad de más de 70%. Andrés Manuel es un hombre que viene de la política por elección popular, con un ejercicio impecable en el poder; para el año 2006, con evidente descaro, se le arrebató la presidencia que había ganado legítimamente y se instaló un títere del capital; dos sexenios después fue electo con una mayoría abrumadora de mas de 30 millones de votos. 

Al reverso de esta política, se encuentra Alejandro Giammattei, quien avanzó por la política local a principios del siglo, en otro gobierno neoliberal, donde obtuvo el cargo -por designación- de director de presidios. Años después se le acusó de haber implementado políticas de limpieza social en las prisiones. Un hombre que pactó con las élites económicas para continuar su labor de despojo. Además, persistió con esa lógica de enriquecimiento personal al llegar al poder. Una anécdota para la historia, en una ocasión, sentado como reyezuelo obligó a los miembros de una comunidad indígena a que le besaran la mano, ¿deleznable? 

Guatemala, al igual que México, son países diversos; en el territorio guatemalteco hay 23 grupos etno-lingüísticos diferenciados, quienes por centurias han vivido en el abandono social. Las élites agroexportadoras han ejercido un despojo continuado; la riqueza del país se obtiene de la producción de materia prima para el mercado mundial: bananos, azúcar, cardamomo y otros. Esta riqueza se traduce en mano de obra campesina en condiciones de miseria.

El Presidente Giammattei asumió la presidencia en 2020, ahora prepara su salida; el período de gobierno en Guatemala es de cuatro años. Él organiza, desde la esfera del poder legal, un manto de impunidad para su protección personal. 

El señor Presidente Giammattei comprende, con un índice de popularidad del 21%, que después de haber ejercido el poder a su favor y de su patrones, a su salida le espera una serie de acusaciones, las cuales no prosperarán por la misma articulación del poder.

Dos casos paradigmáticos que, después de veinte años, la historia los juzgará; cito las palabras del Diputado Fernández Noroña, “…la derecha neoliberal pertenece al basureo de la historia…”. Porque los grupos de empresarios rapaces y sus secuaces de los medios de comunicación hegemónicos, nos han intentado arrebatar la idea de comunidad. Así como el capital no tiene nacionalidad, tenemos otros referentes que son universales, por ejemplo, la solidaridad entre naciones o el ejemplo del presidente López Obrador como modelo de gobierno.




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