martes, 28 de junio de 2022

Son publicistas de un régimen de oprobio

AMLO un caso excepcional


Toda prensa es parcial, responde a los intereses de quien divulga la información. La supuesta objetividad de los medios de comunicación es -únicamente- un eufemismo sobre una posición hegemónica. ¡Quién lo duda! El arquetipo de informar -a través de la prensa- nos obliga a preguntarnos, en primer momento, ¿qué se informa?

A finales de la década de los ochenta -es decir el inicio de la era neoliberal- se consolidó la revolución en informática. Las nuevas tecnologías digitales impusieron cambios cualitativos -dramáticos si se quiere- en la vida de millones de personas. Al ser una revolución asistimos -como sociedades- a esa nueva dinámica humana; con certeza uno de los postulado de este nuevo modelo social fue la inmediatez. Todo urge, porque en la lógica del capital, “el tiempo es dinero”. 

Cualquier lector atento recordará o podrá recurrir a realizar una búsqueda -en la era digital de la información-, que las cadenas trasnacionales de la información, particularmente “CNN”, para aquellos lejanos años ’80, divulgaron una primera noticia que se transmitía en vivo. Es decir, con el efecto de la inmediatez; “desde el lugar de los hechos”; rezan -con prurito de veracidad- sus eslogan publicitarios.

Todos los espectadores ochenteros vivimos -segundo a segundo- el rescate de una niña en un pozo. Una noticia que llevó a los televidentes o escuchas de radio a sentir un gran consuelo, cuando aquella chiquilla salió de las entrañas de la tierra. Crearon, los ideólogos de los medios hegemónicos, una posición sensiblera sobre la noticias. Respiramos aliviados, ¡la criaturita se había salvado! 

En consecuencia, ¿qué informamos?, nos otorga una posición para modelar la sociedad en la que se trasmite la noticia. Aparte del espectacular rescate de aquella niña, es responsable preguntarse, ¿había otros temas de interés social qué transmitir en aquellos años? 

Obvio, la respuesta es sí rotundo. Las huelgas de los mineros por sus condiciones infrahumanas de trabajo, los genocidios -Ruanda, Guatemala y otros países-; la guerras sucias en regiones desposeídas del mundo, el asesinato selectivo de miles de seres humanos, quienes se oponían al despojo sistemático del sistema, pero eso no era importante para la visión de mundo que el poder económico deseaba imponer.

La primera clave para desenmascarar, la supuesta visión objetiva de los medios de comunicación hegemónica, se devela porque su primera noticia global, en tiempo real, fue el rescate de una niña. Como un axioma, podemos plantear, “dime qué informas y te diré a quién sirves.” Lo revelador de la era digital de la información es que se puede rastrear este tipo de suceso.

Un caso similar para la Argentina, otro para Italia y otros países del mundo, niños o niñas rescatadas de pozos, en tiempo real. ¿Quién, en su sentido de humanidad, pondría en duda la vida de un niño o niña? Por eso la efectividad de la noticia; evoca -esencialmente- el lado emocional del auditorio. Como referencia cito una nota del diario, “El País”; que narra los hechos del ’80.


“(…) cayó fatalmente a un pozo artesiano el verano de 1981, los infructuosos intentos por rescatarle durante tres días con sus tres noches acapararon la atención de toda Italia, que pudo seguir minuto a minuto la odisea, con el corazón encogido, a través de la televisión. La cadena pública, la Rai, convirtió este suceso en el primer gran acontecimiento mediático nacional en tiempo real y para seguir el caso puso en marcha su primer directo ininterrumpido. Duró 18 horas y lo siguieron más de 21 millones de espectadores. (…)”

La década de los años ochenta, con sus posiciones encontradas, sobre el modelo de sociedad que se discutía, se resolvió -en gran parte- a través de la prensa. Los medios de comunicación masiva e inmediata inclinaron la balanza a favor de los grupos de poder económico; quienes con su ideología de violencia, han legitimado el despojo de las grandes mayorías: su prensa un medio para estos fines.

Dos casos perfectos que ilustran este modelo de prensa, para México, son -sin lugar a dudas- Ciro Gómez Leiva y Carmen Aristegui; a quienes en el mejor de los casos, los podríamos nominar como cabilderos de poder económico. Él o ella informarán lo que conviene que circule como noticia; lo demás será silencio. Otros casos como Loret de Mola o el payaso Brozo son ese espacio circense de la noticia, no tienen otra categoría. ¿Quién lo duda?

Entonces, los ejemplos anteriores -como reflejo del poder económico- habrá que categorizarlos con más precisión: ellos o ellas no son periodistas, son publicistas de un régimen de oprobio. Este régimen se intenta legitimar -permanentemente- con la posición de, ¿qué se informa? Sin embargo, en la era informática, con sus avances digitales, se democratizó la información.

Por eso, el caso del Presidente López Obrador es único. Él expone, desde su posición, la información, para qué -precisamente- la prensa “chayotera”, como se le conoce en el medio, no tergiverse la noticia y cree un caos social. Un período único en la historia de este país, pero -además- ejemplo para gobernar en otros países.

El poder económico siempre ha dividido a la población para servirse -a cucharadas enormes- con el despojo de las sociedades. 

 Entonces, como una posición ética a favor de las mayorías -el pueblo, como lo llama el Presidente Andrés Manuel-, los y las periodistas, además de las denuncias sociales en contra sobre el “¿qué se informa desde la posición hegemónica?; debemos, primero, presentar otra visión de la información, pero -sobre todo- crear nuevas categorías para nominar el mundo. Aportar nuevos máximas de análisis; en síntesis, para concluir, no son periodistas, son publicistas de un régimen de oprobio.

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