Al parecer el año
2016 trae una caja de pandora, ésta se abre al compás de intereses
contradictorios. Por una parte se firma un decreto de “salario mínimo
diferenciado”, es decir que en ciertas partes del país se puede pagar menos que
el insignificante “salario mínimo” y, a las horas, se conoce la noticia que se
van a procesar a más de 10 militares por sus crímenes de guerra.
Entro a leer las
noticias en los diarios digitales y los comentarios son radicales y opuestos;
por una parte están todos aquellos que alaban al Ejército Nacional de Guatemala
como ente salvador contra el comunismo y, por otra, las personas que intentan
creer que este país puede ser diferente, si los crímenes de los militares no se
quedan impunes.
Entonces,
querido lector, veamos el tema en perspectiva, según la convención del Estatuto de Roma de la Corte Penal
Internacional, define como crímenes de guerra todo aquello que comprende las conductas tipificadas como
asesinato, exterminio, (…) o persecución por motivos políticos, religiosos,
ideológicos, raciales, étnicos, (…) o cualquier acto inhumano que cause
graves sufrimientos o atente contra la salud mental o física de quien los
sufre, siempre que dichas conductas se cometan como parte de un ataque
generalizado o sistemático contra una población civil y con conocimiento de
dicho ataque.
Para todos
aquellos epígonos, defensores radicales del Ejército Nacional, les comento, por
si no lo saben que el comunismo es un
opción política, no una enfermedad, por ende, estos militares -quienes
serán juzgados con toda dignidad y tendrán derecho a una legítima defensa-
cometieron crímenes contra la humanidad.
Porque atacaron,
por razones políticas e ideológicas,
a otra parte de la población civil. Habitantes, sobre todo mujeres y niños, a quienes
combatieron con saña y mataron, quien diga la contrario que vea la lista de
cadáveres, según cifras de la antropología forense de este país son más de
200,000.
Además, esto es
un agravante porque los acusados forman parte de una institución del Estado, es
decir se usó recursos del país para destruir a otra parte su misma sociedad.
Han pasado más de treinta años y parece que la memoria histórica intenta hacer
un balance para la dignificación de las víctimas.
Lo extraño del
asunto es que la actual sociedad, violenta y corrompida, que estos militares
ayudaron a crear, ahora los juzga; porque sus actos son tan crueles como el
modelo social anticomunista que nos toca vivir. De esa cuenta, podemos aseverar
que el capitalismo es un sistema que se basa esencialmente en la capacidad de
despojo de un grupo minoritario sobre las grandes mayorías; para lo mismo
tienen, pues, leyes o incluso policías y ejércitos para mantener el control
social.
Por eso la
contradicción me parece que tiene una ingenuidad casi extrema, porque este
sistema, que los militares con balas construyeron, es capaz de matar de hambre
a las personas, pero –al mismo tiempo- los juzga.
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