La violencia es un acto de
ejecución, no de derecho. Se puede ejercer una acción de violencia porque se tiene el poder para
realizarla. En dado caso, la posición del desfavorecido alega -con causa-
algunos derechos, como el innegable derecho a la vida. Sin embargo, al ejecutor
no le interesa la opinión o posición de la víctima. Desde esa construcción teórica debemos
analizar la visión del victimario.
Hice esta foto en 1994, donde la inocencia es la ternura de la vida. |
Este junio de 2018, las redes
sociales estallaron -a nivel mundial- por los atroces actos de la política
migratoria de los Estados Unidos, encabezada por el xenofóbico de Donal Trump. Encarcelar niños, tal cual perros con rabia,
lo equipara directamente con el genocida de Hitler. Los comentarios de miles de usuarios de las redes convocan
a la dignidad humana ante el brutal hecho. Aunque, no me sorprende, hay textos
de algunos individuos miserables, quienes culpan a los padres por tal
situación. Estos últimos semovientes, porque no se le puede considerar seres
humanos, le imploran incluso a su dios para que la deidad resuelva esas
brutalidades; pero sus comentarios son de una maldad equiparable a la actitud del
victimario. Son otra línea del victimario.
Comprendamos que esa misma deidad
es a la que le oran los tiranos: véase Trump
y los secuaces que lo apañan en sus acciones humanas, no divinas. Resuelvo esta
primera posición de condena porque el miserable del presidente de Guatemala, un
evangélico advenedizo, le ordenó a su Ministra de Relaciones Exteriores emitir
un comunicado donde el gobierno del país era respetuoso de la política exterior
de los Estados Unidos. Ese comunicado queda para la historia y es la condena
como tal ante el irrespeto a la vida. El
presidente Morales, otro genocida.
Al leer esta situación, debemos
interpretar que este sujeto, el presidente de Guatemala, -como los servidores
públicos que lo acompañan- no tienen absolución por la causa humana. Estos
seres son el desprecio de la maldad, porque en sus sueños desean ser como Trump, pero son el vómito de los
malvados: monigotes de tercera posición.
El tema es estructural, porque
estos sujetos que se enorgullecen de encarcelar niños son quienes crean un
sistema de despojo. La causa es real, la pobreza por la violencia y se articula
los militares, quienes son sus adeptos
más eficaces para romper cráneos.
Por allí, me saltarán comentarios
desde las redes, donde los muchachos semi analfabetas de los “net–centre” me condenan de comunista y
otros calificativos. Como le dije a una semoviente, alguna vez, “el comunismo
es una ideología, no una enfermedad; quienes están enfermos de maldad y
violencia son ustedes, los capitalistas de quinto orden”. Todo para desviar la atención de los temas críticos.
Estos semovientes, son capaces de maldades tan atroces, como enjaular niños.
Eso de capitalistas de quinto orden es porque ni
siquiera pueden negociar un mejor precio para las materias primas que exportan
al mercado mundial. Literalmente los humillan por los centavos que les pagan y
los ves felices; pero se ensañan con los trabajadores, a quienes explotan hasta
la miseria; y si piden derechos, los asesinan.
Esos mismos trabajadores, ante la
posición de hambre, se ven obligados a emigrar a los Estados Unidos, porque no
se puede vivir en sus países de origen. Es todo un sistema de odio, lleno de
monigotes y semovientes en las “banana
republic”.
El rostro del odio. |
Una amiga, porque la considero
amiga, intentó realizar un análisis antropológico sobre los actos de violencia
de la cúpula de poder de los “gringos” desde la perspectiva de la
competitividad humana por instinto de sobrevivencia. Tal línea argumental me
queda estrecha porque reduce al proceso cultural a una cuestión de instintos. Por
el proceso cultural podemos escribir palabras como “derechos humanos” o
“derechos adquiridos”, y no todos los derechos se adquieren con el garrote en
mano, rompiéndole el cráneo al prójimo.
Pero allí están los niños y los padres encarcelados por el garrote en
mano: no es una cuestión de derechos, si no de ejecución de violencia.
Condeno -desde mi actitud de la
dignidad- a todo semoviente que emita un comentario denigrante de los padres o
los niños ante esta terrible situación que se está viviendo. Ahora, como no le
creo a los victimarios, analizo que otros temas están en juego y sé que están desviando la atención. ¿Para qué la desvían?, ¿quién se beneficia?
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