sábado, 17 de marzo de 2018

La Santa Vulva

o la re significación de lo sagrado



Dentro del análisis del pensamiento sobre los diversos modelos del feminismo, la expresión de lo sagrado femenino es una posición acertada, en tanto que es una manifestación como opción de las creencias.  En ese sentido, el cortejo procesional de la “Santa Vulva” -que se llevó a cabo el 8 de marzo de 2018 en Guatemala -  se puede enmarcar, desde mi particular criterio, dentro de las creencias de las antiguas deidades femeninas, las Venus.

Foto: Isabel Juárez
Según los restos arqueológicos que hemos interpretado, las Venus son pequeñas estatuillas de mujeres, quienes encarnaban la sexualidad.  Por lo que las Venus nos evocan el origen de la humanidad y lo femenino como el elemento sagrado primordial. Sin embargo, en el largo proceso de sedentarización se modificó lo sagrado femenino para imponer, por el terror, lo sagrado masculino. Basta recordar la imposición de la religión cristiana en América como ejemplo de ese terror. Es una breve acotación a la violencia sistemática del cristianismo. Además, no es el tema central de esta columna de opinión.

En consecuencia, esta idea de lo sagrado femenino se contrapone al simbolismo de la institución religiosa monoteica, masculina, falocéntricas, donde la violencia especialmente hacia el cuerpo masculino -la crucifixión- crea el precepto del amor. Es importante cuestionar esta idea de amor, porque el criterio del amor es a través de la tortura. ¿Cómo está introyectado en la conciencia de todos y cada uno esta idea del amor por el terror?  Por ende, debemos colegir, desde la inconciencia colectiva -a nivel mundial, donde está posicionado el cristianismo- que  el amor se comprende por la violencia.  ¿Cuántas guerras en nombre de ese dios se han inscrito en la historia de la humanidad? Todas donde esta supuesta deidad tiene su influencia.

Es necesario visualizar esta construcción religiosa del cristianismo, como muchas otras, porque como tal apela al miedo para su reelaboración constante. El miedo como un ritual en sus significaciones, véase: las procesiones, las fiestas luctuosas, los rezos y otros ritos que mantienen un velo confuso entre las acciones concretas de la vida y la promesa del más allá. Sin duda, este modelo religioso -con su dios de castigo- es exitoso por el temor que provoca, aunado a la militancia de los religiosos, quienes auguran conocer los secretos de ese más allá y te premian con los mismos si te comportas bajo su mandato.  ¿Existe el más allá?

Pero este mandato religioso vuelve al inicio, como una espantosa tautología; porque es a través de la violencia emocional que se ejerce el miedo y es con lo que te pueden premiar o castigar. Sin embargo, esta cosmovisión -la religiosidad cristiana- se ha ido fracturando por el mismo paso tiempo, al comprender la humanidad que sus principios teológicos se desmoronan por los alcances que hemos tenido. Por ejemplo, en la colonia, los curas amenazaban con enviarte al infierno, es decir debajo de la tierra, si te portabas fuera de sus mandamientos. Pero hoy comprendemos que el planeta en las sub cortezas es un manto de granito en ebullición, que responde al movimiento que impone la ley de la gravedad y que allí no hay ningún diablo, demonio o similares.  Y también comprendemos que en el cielo no está dios, en dado caso hay un cosmos en expansión.

En síntesis, vivimos en una sociedad signada por el miedo del pensamiento religioso conservador. Es decir, la conciencia social de la mayoría de sus habitantes ataca con vehemencia todo aquello que sale de su rígida estructura mental. Además, acá un punto nodal como tesis probada: los “conservadores de mentalidad religiosa” son las personas acomodaticias en sus opiniones, también son arribistas y mediocres de posición; es decir, si afecta sus intereses mezquinos, como es le caso de los diputados corruptos, aprovechan para oponerse. Por eso, sin tener un discurso coherente, van a interpelar al Procurador de los Derechos Humanos.  

Lo lamentable es que como sociedad -eminentemente religiosa- no se comprende que este modelo político está en crisis, porque se rige por los dogmas del cristianismo: la violencia masculina. Pero le invade a la sociedad -como tal- el miedo que este modelo de pensamiento impone, por eso apenas actuamos. El dios del castigo nos vigila, con sus curas y demás séquito de fanáticos.

Como otra percepción, la posición de este grupo de mujeres, quienes sacaron en andas a la Santa Vulva, legitima un derecho de expresión sobre otros elementos de lo sagrado: lo femenino. Nos falta mucho por construir como modelo social con dignidad, pero tengo la certeza de que el feminismo no dogmático, alejado de las religiones, aportará bases sólidas. En dado caso, hay que cuestionar la misma idea del dios macho omnipotente.  ¿Nos podremos alejar como sociedad de esa idea de dios?

Intuyo que el temor que provoca el terror del poder masculino incluye algunas mujeres y sus vicios de poder, el enriquecimiento ilícito, por eso los diputados intentarán desaforar al Procurador de los Derechos Humanos y condenar a las mujeres que participaron en esta expresión. Estas palabras son un hálito de esperanza para que no suceda y, en todo caso, lo único que debe desaparecer es ese congreso regido por corruptos.

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