domingo, 15 de abril de 2018

La rebelión de los árboles


La causa más noble en Bucaramanga / Colombia



…los árboles serán acaso solidarios… / Mario Benedetti


Sin lugar a dudas, los árboles -como sentencia de vida-  representan una de las causas más nobles para la humanidad. Seres vivos que se imponen incluso a la ley de gravedad para expresar su magnificencia. Desde la raíz hasta sus hojas crean una armonía necesaria: entre sus grandes virtudes es que transforman el dióxido de carbono en oxígeno. Entonces, como acción de vida, debemos sembrar árboles y respetar -sobre todo- los pocos que van quedando en la ciudades.  Son los pulmones vitales para respirar en el planeta.

Foto: cortesía de Karim Quiroga
Pero allí están los criminales del capital alrededor del mundo y también en Bucaramanga, Colombia, un constructor inescrupuloso en componenda con el político corrupto, quienes empujados por su espuria ambición de dinero son capaces de destruir el entorno. Un cargaladrillos porque no puede ser ingeniero ni arquitecto y un cagatintas porque de político le queda la miseria espiritual nada más. Estos dos siniestros personajes quieren destruir el bosque de la escuela de Bucaramanga para construir un centro comercial.  ¿De verdad?

El junta ladrillos obtuvo el permiso del cagatintas político y todo para tener un número en una cuenta monetaria o -peor aún- tener “platica”  para viajar a New York y poder admirarse de la belleza de Central Park, con sus majestuosos árboles.

Foto: cortesía de Karim Quiroga

Entonces, la ironía cobra su mayor brillo; porque estos seres desprecian su entorno, pero se admiran de la belleza que impone el criterio comercial; sin comprender que el horizonte local es tan intenso como los preciosos parques japoneses alrededor del mundo. Cada árbol de Bucaramanga es un gesto de comunión con la vida de la tierra.

Pero la contradicción principal de nuestra sociedad posmoderna e individualista con su miseria espiritual es que el depredador humano crea su propia curva de extinción y parece que no se da cuenta y si lo hace, no le importa. ¡Qué terrible!

El ritmo acelerado de esta era post industrial, donde todo parece ser virtual y pasa por la televisión y las redes sociales nos aleja de la armonía que contiene la naturaleza. ¿Cuántos de ustedes -nobles lectores- ha abrazado un árbol o han levantado la vista en una noche clara para ver una estrella? La respuesta la tiene cada uno; pero me atrevo afirmar que nueve de cada diez personas en la ciudades nunca han visto la vía láctea en vivo.


Hoy se alza en rebelión un grupo de estudiantes en la escuela de Bucaramanga, quienes empujados por la protección a su espacio crean una conciencia global sobre la importancia de los árboles en el planeta.  Se oponen al envilecimiento de los centros comerciales y sus mercancías a granel. En esos actos de protesta queda contenido todo el respeto por la humanidad.  Yo me adhiero a la causa y escribo estas palabras a más de cinco mil kilómetros del parque, porque me embarga la emoción por el arrojo de las estudiantes. Incluso una compañera perdió la vida en estos elocuente actos de protesta, su sangre debe germinar en los nuevos árboles.
Foto: cortesía de Karim Quiroga

Entonces, le afirmo al cargaladrillos y al cagatintas que si por su ilegítima ambición nos extinguimos, los árboles volverán a resurgir; se rebelaran de árbol a árbol para proteger otras formas de vida; no la humana.
Y tengo la certeza que más de algún acomodaticio del capital me criticará y me preguntara: ¿Qué define una causa noble?  Mi respuesta es un gesto simple en comunión para la dignidad de todas y cada una de las personas en el planeta: un árbol.

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