Hace cuatro
años, cuando la pandilla de políticos concentrados en el Partido Patriota
estaban trabajando afanosamente por acceder al poder, desgañitándose contra sus
adversarios, en una conversación privada el director de Guatevisión comentó, en
forma de chiste a los contertulios, cuando alguien le hizo la pregunta ¿a quién
le creía para gobernar?, ¿si a los “patriotas” o a sus oponentes? Él respondió sarcástico, "de que te
querés morir de cáncer o sida". Los participantes rieron por la
ocurrencia, algunos porque eran subalternos, otros -imagino- porque su actitud
lambiscona los empujó a la jocosidad.
Yo guardé un
prudente silencio, de unos cuantos años, ante la desfachatez de la respuesta.
Sin embargo, ahora me pronuncio, sobre todo porque nos encontramos -otra vez-
en la encrucijada de las elecciones para el cambio de gobierno. Declaro: yo como ciudadano -con derechos y
obligaciones- no deseo "morir de cáncer o sida", espero que los gobernantes que se elijan, a
través del voto, cumplan con la función de organizar el Estado, para que la
población viva con dignidad. Yo, como usted querido lector/a, considero que
tenemos la obligación de reflexionar y pronunciarnos con nuestra actitud para
que este país, el nuestro, sea mejor.
La respuesta en
forma de chiste, por demás sarcástica, -obvio- lo beneficia a él, como director
de un medio de comunicación, donde cualquier imberbe candidato pauta su publicidad
política por segundo y no importa cual contendiente lo haga. Es de felicitarlo
por su medio, es la forma como se articula el sistema para que funcione en la
publicidad. Reitero -para que quede bien escrito-, es la forma como el sistema
en su conjunto se articula; la comunicación como un medio efectivo de
publicidad para vender llantas, hamburguesas o un candidato político. Esta
publicidad tiene un costo y ellos, como medio de comunicación, cobran por transmitirla.
Sin embargo,
ante lo desmesurado y violento que es la política local y sus nexos internacionales
es importante tener una ética de respeto a la vida. Porque me parece importante
ganar dinero a través de una actividad como la publicidad política; pero
también es vital, si no queremos que la realidad nacional se desmorone
totalmente, que marquemos una diferencia.
En ese aspecto,
por estos días -como lo esperábamos-, quienes tenemos interés en la cosa
pública, porque nos importa nuestra patria, apareció Alfonso Portillo como
candidato a una diputación. Lo ridículo de la situación, aparte de las enormes
vallas publicitarias, fueron sus spot publicitarios, donde él declaraba que le
interesaba el país y sus habitantes. Acá, cabe una obscenidad, una palabrota,
porque de veras el ahora contendiente Portillo, fue declarado culpable por
malversar fondos del Estado cuando fue presidente, esto lo enriqueció de manera ilícita. Con esa
suerte de tramposo no vamos a ningún lado.
Aplaudo a los
magistrados -del Tribunal Supremo Electoral- quienes denegaron su participación,
amparados en la Constitución Política. Porque la ética de Portillo responde a
la de un criminal confeso con dosis de cinismo y sarcasmo inigualables en
nuestro país.
Entonces
retornando a mi tesis, somos los ciudadanos -incluye empresarios- quienes
debemos tener una ética de respeto a la vida y no escudados en una pobre
justificación, “si no lo hago yo, lo hará alguien más.” Porque entonces,
nuestras acciones, como promocionar a Portillo en la publicidad política, nos
hunden como país.
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