Unas palabras en
homenaje
Mi madre nació
en la época que el mundo era ancho y ajeno, las noticias caían lentas y la vida
tenía un ritmo cíclico. En cada estación del año se comían las frutas de
temporada y los carruajes era el signo de un ritmo tranquilo. Vino al mundo en la década de los años
treinta del siglo XX, por cierto, nuestro país vivía bajo la tiranía de Jorge
Ubico.
Cuenta una
leyenda familiar que mi bisabuela -Pepa- fue maestra y allá por el año 1908,
cuando sucedió el atentado contra el otro dictador Manuel Estrada Cabrera,
algunos de los complotados pasaron por el pueblo de San Pedro Pinula, Jalapa,
de donde era oriunda mi familiar; como era -precisamente- la maestra, pues,
gozaba de un gran prestigio y sin tener conocimiento les dio posada aquellos
muchachos durante una noche.
Las represalias
del tirano se dejaron sentir y la persiguió, le quitó su trabajo por lo que mi
bis abuela hubo de emigrar a Honduras para ganarse honradamente la vida; dicen
que se fue a lomo de buro por la sierra y esperaba a mi abuela, quien nació en
1908 y también fue maestra durante toda su vida. Mi abuela -Mima- fue una mujer
muy trabajadora, además, se puede ver en los retratos familiares que fue una mujer muy hermosa. En la década del
veinte, con los aires de libertad que se respiraban en el país, mi bis abuela
regresó a su pueblo, allí creció mi abuela. Como el amor no tiene fronteras ni
condición, mi abuela se enamoró de un hombre, quien le prometió matrimonio,
pero en aquella época la familia del señorito se opuso, porque mi bis abuela
era solo maestra y parece que la familia del señorito eran los potentados del
pueblo. Por lo que se la robó, se escaparon en tren pero por los servicios
telegráficos los interceptaron en Puerto Barrios y los devolvieron al pueblo.
Pero esa noche de pasión mi abuela quedó embaraza de mi madre y un gemelo;
quien por cierto murió a los meses de nacido, imagino que de una disentería, la
historia narrada por mi madre fue que mi abuela, al ver que su hijo no se
mejoraba decidió traerlo a la capital, se fue en yegua hasta la estación del
tren en Zacapa, pero el niño se le murió en el trayecto a la capital. El guarda
agujas, le recomendó que no dijera nada, que llegara a la estación y tomara el
tren de vuelta al día siguiente. La historia me enternece por lo dramático de
tener que cargar a su propio hijo muerto durante más de 24 horas. Por cierto,
el señorito que la dejó embarazada no le ayudó a mi abuela a criar a su hija, o
sea mi madre.
Con todo esto mi
madre también se hizo maestra, laboró -con mucho ahínco- para el Estado durante
29 años de su vida. Además, obtuvo un grado académico como psicóloga y también
dio clases en la universidad. Mi madre es una mujer que cree en las causas
justas que dignifican la vida humana; por eso fue perseguida políticamente en
los años del terror, la década de 1980.
Mi madre ha realizado muchas de sus acciones en silencio, como por
ejemplo, dio durante años un donativo a varias asociaciones que lucha contra el
cáncer. Tal vez, el sufrimiento y muerte temprana de una sobrina la dejó con la
inquietud y durante años entregó ese dinero como un tributo a la memoria de mi
prima.
Hoy mi madre
tiene 81 años y lucha contra un cáncer, una enfermedad terrible. Estás palabras
son un homenaje a la mujeres de mi familia, las maestras, quienes con vocación
nos transmitieron sus conocimientos. De mi madre heredé la honestidad en el
trabajo, creer en las causas justas y el amor por la humanidad.
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