sábado, 26 de septiembre de 2015

El silencio de mi madre

Unas palabras en homenaje



Mi madre nació en la época que el mundo era ancho y ajeno, las noticias caían lentas y la vida tenía un ritmo cíclico. En cada estación del año se comían las frutas de temporada y los carruajes era el signo de un ritmo tranquilo.  Vino al mundo en la década de los años treinta del siglo XX, por cierto, nuestro país vivía bajo la tiranía de Jorge Ubico.

Cuenta una leyenda familiar que mi bisabuela -Pepa- fue maestra y allá por el año 1908, cuando sucedió el atentado contra el otro dictador Manuel Estrada Cabrera, algunos de los complotados pasaron por el pueblo de San Pedro Pinula, Jalapa, de donde era oriunda mi familiar; como era -precisamente- la maestra, pues, gozaba de un gran prestigio y sin tener conocimiento les dio posada aquellos muchachos durante una noche.

Las represalias del tirano se dejaron sentir y la persiguió, le quitó su trabajo por lo que mi bis abuela hubo de emigrar a Honduras para ganarse honradamente la vida; dicen que se fue a lomo de buro por la sierra y esperaba a mi abuela, quien nació en 1908 y también fue maestra durante toda su vida. Mi abuela -Mima- fue una mujer muy trabajadora, además, se puede ver en los retratos familiares que fue  una mujer muy hermosa. En la década del veinte, con los aires de libertad que se respiraban en el país, mi bis abuela regresó a su pueblo, allí creció mi abuela. Como el amor no tiene fronteras ni condición, mi abuela se enamoró de un hombre, quien le prometió matrimonio, pero en aquella época la familia del señorito se opuso, porque mi bis abuela era solo maestra y parece que la familia del señorito eran los potentados del pueblo. Por lo que se la robó, se escaparon en tren pero por los servicios telegráficos los interceptaron en Puerto Barrios y los devolvieron al pueblo. Pero esa noche de pasión mi abuela quedó embaraza de mi madre y un gemelo; quien por cierto murió a los meses de nacido, imagino que de una disentería, la historia narrada por mi madre fue que mi abuela, al ver que su hijo no se mejoraba decidió traerlo a la capital, se fue en yegua hasta la estación del tren en Zacapa, pero el niño se le murió en el trayecto a la capital. El guarda agujas, le recomendó que no dijera nada, que llegara a la estación y tomara el tren de vuelta al día siguiente. La historia me enternece por lo dramático de tener que cargar a su propio hijo muerto durante más de 24 horas. Por cierto, el señorito que la dejó embarazada no le ayudó a mi abuela a criar a su hija, o sea mi madre. 

Con todo esto mi madre también se hizo maestra, laboró -con mucho ahínco- para el Estado durante 29 años de su vida. Además, obtuvo un grado académico como psicóloga y también dio clases en la universidad. Mi madre es una mujer que cree en las causas justas que dignifican la vida humana; por eso fue perseguida políticamente en los años del terror, la década de 1980.  Mi madre ha realizado muchas de sus acciones en silencio, como por ejemplo, dio durante años un donativo a varias asociaciones que lucha contra el cáncer. Tal vez, el sufrimiento y muerte temprana de una sobrina la dejó con la inquietud y durante años entregó ese dinero como un tributo a la memoria de mi prima.


Hoy mi madre tiene 81 años y lucha contra un cáncer, una enfermedad terrible. Estás palabras son un homenaje a la mujeres de mi familia, las maestras, quienes con vocación nos transmitieron sus conocimientos. De mi madre heredé la honestidad en el trabajo, creer en las causas justas y el amor por la humanidad. 

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