sábado, 20 de febrero de 2016

El cine de Hollywood y la guerra

Cuando el subnormal de Jonh Wayne -en la década del 50- realizaba películas a favor de la guerra, quien -por cierto- nunca participó en alguna, él con sus pésimas actuaciones impulsaba un nacionalismo estúpido y miserable; los Estados Unidos se vivía la época del terror con la política anticomunista que el violento y esquizofrénico senador Joseph Raymond McCarthy promovía a todo vapor, persiguiendo, encarcelando y torturando a cualquier ciudadano que no estuviese alineado a su maldad. La actitud de este siniestro personaje -junto con otros miles de poderosos sicóticos- construyó el actual modelo mental de la sociedad norteamericana.
De ese momento -al día de hoy- ha pasado más de sesenta años, sin embargo, el estilo de vida norteamericano poco ha cambiado, el ciudadano común se conforma con lo que le den y los magnates destruyen el resto del planeta para sostener su riqueza. Es allí, donde el cine de Hollywood -un mundo de cartón- ha impulsado esta nefasta mentalidad. En las películas vemos como los productores, guionistas y actores son capaces de glorificar la muerte de miles de inocentes como un acto heroico de su estilo de vida o banalizar la guerra como un simple aspecto comercial más, tan vulgar como hartarse un hot dog.

Pero la vida es más compleja que un disparo al final de la trinchera en un escenario ficticio o que el “gringo” invadiendo otro país. Pero este inconsciente colectivo -de la mentalidad norteamericana- es dañino, como un cáncer, que lo destruye todo, hasta el punto que ellos mismos se destruyen y ridiculizan la violencia de las guerras.
En ese aspecto, me sorprendieron películas como Lord of War (2005), con la actuación de Nicolas Cage, quien representa a un personaje que vende armas a todos los bandos en un conflicto; como cine de Hollywood la trama se resuelve con esa dosis de arrepentimiento moral, aunque en la realidad social de los países destruidos no tenga nada que ver con ese efectismo cinematográfico. Otra película que aborda este tema, con efectos especiales, es Edge of Darkness (2010); donde el actor Mel Gibson encara a un honesto detective policial de Boston, quien se ve envuelto en una intriga comercial, porque una compañía norteamericana produce armas nucleares para la “seguridad nacional” pero a la vez vende -con requerimientos técnicos de otras naciones- éstas mismas armas, donde senadores y magnates lo justifican -con cinismo- para sostener su estilo de vida. Obvio, este film se concluye con acto épico del personaje, él asesina a los malos y parece que nosotros -los imberbes espectadores- podemos suspirar y dormir en paz: los buenos “gringos” han salvado al planeta otra vez.

Lo paradójico de estas películas es que en la mentalidad del norteamericano promedio vuelven la guerra como un acto trivial que se puede vivir cómodamente en una sala de cine y los impulsa a un fanatismo inconsciente de destrucción de todo aquello que no sea lo que les ordenan los dueños del cine, que es lo mismo que el capital. En ese sentido, tal vez la peor película sea The 5th Wave (2016), donde una serie de actores menores junto con un guionista estúpido construyen una invasión alienígena, pero en la línea argumental se usa a los niños para defender a la “nación” de los malos. Impulsan a los menores a la guerra, los preparan para el mañana norteamericano. Sin embargo, querido lector, tengo la certeza que el dolor impuesto por la destrucción de la guerra real en muchas partes del mundo, por la política de colonización norteamericana, no se parece en nada a los supuestos actos heroicos de personajes miserables como John. La sangre derramada de las víctimas -por la avaricia del capital- es cauda para nuestra dignidad, mis palabras una reflexión.

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