En el calendario se marca el fin del año 2016. Queda este tiempo, inscrito en la historia humana, como una sentencia de violencia.
La política a nivel mundial entra en una evidente posición radical. Los dueños del poder van a ejecutar sus acciones racistas, sexistas, clasistas y xenofóbicas. Quien diga lo contrario forma parte de esta mentalidad, aunque no forme parte de ese minúsculo grupo.
En el contexto local, nuestra sociedad, camina con los pasos contradictorios de un país que se ahoga entre la miseria de una gran mayoría y la avaricia de un pequeño grupo. Los pobres forman ese enorme contingente humano, se pueden ver por oleadas, gritando su desesperanza.
Por aparte, los poderosos, cada vez menos, se concentran en torno al capital, y desprecian a todo aquel que no esté dentro de sus parámetros. Y, entre esos dos sectores sociales, queda un grupo humano que media –como equilibrista– entre estas dos formas de vida.
Nuestra sociedad no está diseñada para que el sector denominado “clase media”, tenga opciones de crecimiento. Por lo general, los dueños del poder local se han encargado de negar cualquier desarrollo, su mentalidad colonial no lo permite.
Dadas estas características, económicas y políticas, se crea un pequeñísimo subgrupo de la clase media, que se vuelve amorfo y malediciente: el político.
Estos individuos se convierten en personajes cómicos y nefastos en el contexto local. Ellos se concentran en el Parlamento, Congreso o Cámara de Diputados. Allí se enroscan y hacen sus transas, negocios sucios en contra de la población, con el dinero del erario público. Hacen su navidad en cualquier época del año. Estos seres, en su miserable condición, olvidan el mandato por el cual fueron electos. ¿Acaso el bien común?
Pero, el “negocio de la política”, está directamente vinculado con el “negocio del gran empresario”. En particular, con los individuos que se apropiaron de los servicios fundamentales de la sociedad: alimentación, salud y educación. Lo más dramático, es que esta conducta de corrupción se naturalizó, y perdimos hasta el gesto coherente de tener una visión amplia de la vida; de tener una sociedad capaz de crear la seguridad alimentaria para todos sus habitantes. ¡Qué terrible, querido lector!, perdimos parte de nuestra condición como humanos.
Hoy nos queda otro año en el calendario y vemos, desde nuestra esquina, cómo nuestra sociedad se hunde. Es mi anhelo que tengamos un futuro digno para todas y cada uno. ¿Podremos? Tal vez no, en tanto la mentalidad colonial del rico local no cambie. Mientras eso pasa, si es que pasa, abrace a los suyos, realice una acción concreta en beneficio de muchos y pase unas fiestas en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario