La rabia te estalla en los puños
por la violencia del Estado contra las niñas. Lees comentarios de indignidad
-en las redes sociales- de las personas progresistas. Mientras que los
creyentes -de cualquier cuño- se quedan callados; los mezquinos empresarios se hacen
los distraídos porque eso no les hace un hoyo en su miserable bolsillo; los
corruptos burócratas -desde el presidente hasta el guardia de seguridad- evaden
responsabilidades y los militares con su acostumbrado servilismo no se
pronuncian porque la muerte
injustificada de estas niñas no les afecta.
La hipocresía toma forma. Hoy tengo la certeza que estos cuatro sectores -creyentes, empresarios, burócratas y militares- han destruido parte el país. Sin embargo, a pesar de la maldad con que tratan a la población, la patria logra un cierto equilibrio. Hasta que un hecho tan doloroso -la muerte de 37 niñas- desencadena un ola de indignidad y al final no pasa nada. Mañana otra nota alarmante cubrirá el país y los militares seguirán con su actitud servil, los empresarios pagando salarios de hambre, los creyentes orando y, pues, los burócratas -como el presidente- robando.
Lo preocupante es cómo se logra
este equilibrio social. Porque -la sociedad- nos involucra a todas y cada uno,
aunque usted no lo crea. Entonces, te debes preguntar: ¿Qué beneficios
obtenemos de esta sociedad desigual? ¿Cómo aprendemos a movernos para sobrevivir
entre tanta contradicción? Por lo que, llegas a la terrible conclusión que la
mezquindad es el valor más alto que se promueve intrínsecamente en cada
ciudadano.
La lógica para sobrevivir te
empuja a pasar sobre cualquiera, no importa quien sea. Al final, para que usted
o yo querido lector no perdamos esos pequeños o muchos beneficios que obtenemos
de la sociedad, todos nos movemos en esa dirección de arribismo y destrucción.
Por ejemplo, podemos protestar
desde la comodidad de nuestro teléfono inteligente, desgarrarnos las vestiduras
por los males sociales o robar desde la legalidad del sistema de terror como
los empresarios, quienes pagan una miseria de salario y se jactan diciendo que
gracias a ellos el país tiene “desarrollo”.
Este modelo de sociedad se estructura desde la violencia del comportamiento patriarcal.
Por lo que, los creyentes con su dios todo poderoso; los militares con su
jerarquía de comandantes fanáticos; los empresarios con sus cúpulas de poder y
los burócratas con sus roscas del amiguismo encajan perfectamente en este tipo
de pensamiento. Son sectores falocéntricos y homófonos. Además, reproducen cotidianamente
el comportamiento patriarcal hasta que estalla la muerte de forma estrepitosa.
Porque siempre hay, en este modelo social, una muerte silenciosa todos los
días. El patriarcado crea una sociedad desigual.
37 niñas calcinadas te debe incitar
a cuestionarte porqué se da un hecho tan doloroso. Todos los que tienen ese
pensamiento patriarcal te dirán que la culpa se debe a la desintegración de la
familia; entonces, ¿por qué se desintegra la familia? Acá ensayarán un montón
de incoherencias; como, porque los padres no son responsables y bla bla bla.
Mentiras que limpian las “buenas conciencias” para no perder los pocos o muchos
beneficios que le arrancan a las demás personas en la desigual sociedad que
vivimos.
37 niñas de fuego como las
mujeres de las fábrica textil, quienes fueron quemadas un 8 de marzo en 1908,
cuando los malditos empresarios se negaron a darles mejores condiciones de vida
por las extenuantes jornadas de trabajo.
Hoy estas mujeres son -en nuestra memoria- el fuego
que renace para construir una sociedad con equiedad. Esta niñas que murieron
calcinadas -por la mano criminal de un funcionario corrupto, quien iba a ser
denunciado por trata de personas- deben ser un símbolo para la dignidad del
mañana de todo el planeta. Porque mientras la sociedad -todas y cada uno- mantenga ese perfil de mezquindad,
podremos ver caer el mundo hasta que toque a nuestras puerta y lo destruya a
usted.
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