La industria del entretenimiento
de Hollywood se caracteriza, especialmente, por el irrespeto a la vida. Cuando
usted querido lector o lectora va al cine, en la oferta de la cartelera
encuentra -digamos- diez películas. De esta oferta ocho o nueve films tienen
índices alarmantes de violencia.
Las líneas argumentales pueden
ser variadas, pero se reduce a un héroe inventado contra un villano imaginario.
Ambos -en su lucha- asesinan con impunidad a todo lo que se les atraviese.
Donde la vida humana en el cine vale menos que un efecto especial. Además, este
supuesto héroe salva a una ciudad o al mundo -Manhattan-, pero en el proceso,
pues, debe matar a 10 ó 100 ó 1000 hombres. ¡Upsss!, es parte de la proeza que
debe realizar este héroe para salvarnos.
Claro, cuando usted sale del cine
se siente reconfortado. Existe un placebo sobre el supuesto bien contra ese
imaginario mal; es el efecto deseado de los ideólogos de esta industria. El
"efecto Rambo" lo podríamos denominar, porque presupone que usted
tenga la identificación con el arquetipo del héroe. Este modelo arrastra los
ideales de las sociedades occidentales.
Una sociedad occidental expresa
los mismos valores que el país donde usted vive; allí existe "la
libertad". Aunque no importa que las personas en la vida real se mueran de
hambre; que los grupúsculos de políticos sean nefastos para su país; que las
trasnacionales arrasen con la riqueza del planeta; que los grupos de poder
local destruyan la patria antes que perder sus pequeños privilegios; que ... y podemos
seguir con un lista innumerable de terribles condiciones de vida para cada
ciudadano. Pero al final, eso no importa, si usted querida lectora o lector
tienen la libertad de ver cómo el mundo es salvado de un ataque zombi por un
Bruce Willis u otros tantos fantoches.
En Hollywood todo esto es
ficción. El problema es cuando un ciudadano cualquiera piensa que la vida es
como en las películas. Lo dramático es cuando el cómico presidente cree que la
vida es como en ese Hollywood malbaratado donde él actuaba. ¡NO!, ¡no señor
presidente! Usted lo sabe, desde la cúpula del poder no hay intentos de golpe
de Estado ni fantasmas del pasado arrebatándole el cetro de la presidencia. Los
empresarios -a quienes sirve- se han repartido el país para seguir extrayendo
la riqueza a costa de la miseria de millones. Existe una cúpula militar que lo
tiene a usted como un personaje de ficción para que actúe como ellos quieren.
¡Claro! No perdamos de vista que usted se beneficia con algunas migajas de la
riqueza del país.
Entonces, señor presidente no
existen los meta humanos ni los zombis o toda esa ideología chatarra que
inventa el cine gringo. Tenemos, querido lector, un presidente -intuyo por sus
actuaciones- quien cree que los meta humanos o héroes de fantasía van a salvar
su gobierno. Pero en la vida cotidiana nos enfrentamos a la nefasta posición de
ese presidente mediocre, quien -a lo sumo- pasará a la historia como un hombre
que tenía un hermano e hijo corruptos. ¿Acaso él no lo es? … y no, no nos sentimos
reconfortados por sus pésimas actuaciones.
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