La causa más noble en Bucaramanga / Colombia
…los árboles serán acaso
solidarios… / Mario Benedetti
Sin lugar a dudas, los árboles
-como sentencia de vida- representan una
de las causas más nobles para la humanidad. Seres vivos que se imponen incluso
a la ley de gravedad para expresar su magnificencia. Desde la raíz hasta sus
hojas crean una armonía necesaria: entre sus grandes virtudes es que
transforman el dióxido de carbono en oxígeno. Entonces, como acción de vida,
debemos sembrar árboles y respetar -sobre todo- los pocos que van quedando en
la ciudades. Son los pulmones vitales
para respirar en el planeta.
Pero allí están los criminales
del capital alrededor del mundo y también en Bucaramanga, Colombia, un constructor
inescrupuloso en componenda con el político corrupto, quienes empujados por su
espuria ambición de dinero son capaces de destruir el entorno. Un cargaladrillos porque no puede ser
ingeniero ni arquitecto y un cagatintas
porque de político le queda la miseria espiritual nada más. Estos dos
siniestros personajes quieren destruir el bosque de la escuela de Bucaramanga
para construir un centro comercial. ¿De
verdad?
El junta ladrillos obtuvo el
permiso del cagatintas político y todo para tener un número en una cuenta
monetaria o -peor aún- tener “platica” para viajar a New York y poder admirarse de la belleza de Central Park, con sus majestuosos árboles.
Entonces, la ironía cobra su
mayor brillo; porque estos seres desprecian su entorno, pero se admiran de la belleza
que impone el criterio comercial; sin comprender que el horizonte local es tan
intenso como los preciosos parques japoneses alrededor del mundo. Cada árbol de
Bucaramanga es un gesto de comunión con la vida de la tierra.
Pero la contradicción principal
de nuestra sociedad posmoderna e individualista con su miseria espiritual es que
el depredador humano crea su propia curva de extinción y parece que no se da
cuenta y si lo hace, no le importa. ¡Qué terrible!
El ritmo acelerado de esta era
post industrial, donde todo parece ser virtual y pasa por la televisión y las
redes sociales nos aleja de la armonía que contiene la naturaleza. ¿Cuántos de
ustedes -nobles lectores- ha abrazado un árbol o han levantado la vista en una
noche clara para ver una estrella? La respuesta la tiene cada uno; pero me
atrevo afirmar que nueve de cada diez personas en la ciudades nunca han visto
la vía láctea en vivo.
Hoy se alza en rebelión un grupo
de estudiantes en la escuela de Bucaramanga, quienes empujados por la
protección a su espacio crean una conciencia global sobre la importancia de los
árboles en el planeta. Se oponen al
envilecimiento de los centros comerciales y sus mercancías a granel. En esos
actos de protesta queda contenido todo el respeto por la humanidad. Yo me adhiero a la causa y escribo estas
palabras a más de cinco mil kilómetros del parque, porque me embarga la emoción
por el arrojo de las estudiantes. Incluso una compañera perdió la vida en estos
elocuente actos de protesta, su sangre debe germinar en los nuevos árboles.
Entonces, le afirmo al cargaladrillos y al cagatintas que si por su ilegítima ambición nos extinguimos, los
árboles volverán a resurgir; se rebelaran de árbol a árbol para proteger otras
formas de vida; no la humana.
Y tengo la certeza que más de
algún acomodaticio del capital me criticará y me preguntara: ¿Qué define una
causa noble? Mi respuesta es un gesto
simple en comunión para la dignidad de todas y cada una de las personas en el
planeta: un árbol.
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