o la re significación de lo sagrado
Dentro
del análisis del pensamiento sobre los diversos modelos del feminismo, la
expresión de lo sagrado femenino es una posición acertada, en tanto que es una
manifestación como opción de las creencias. En ese sentido, el cortejo procesional de la
“Santa Vulva” -que se llevó a cabo el 8 de marzo de 2018 en Guatemala - se puede enmarcar, desde mi particular
criterio, dentro de las creencias de las antiguas deidades femeninas, las
Venus.
Foto: Isabel Juárez |
Según
los restos arqueológicos que hemos interpretado, las Venus son pequeñas estatuillas
de mujeres, quienes encarnaban la sexualidad.
Por lo que las Venus nos evocan el origen de la humanidad y lo femenino
como el elemento sagrado primordial. Sin embargo, en el largo proceso de
sedentarización se modificó lo sagrado femenino para imponer, por el terror, lo
sagrado masculino. Basta recordar la imposición de la religión cristiana en
América como ejemplo de ese terror. Es una breve acotación a la violencia
sistemática del cristianismo. Además, no es el tema central de esta columna de
opinión.
En
consecuencia, esta idea de lo sagrado femenino se contrapone al simbolismo de
la institución religiosa monoteica, masculina, falocéntricas, donde la violencia
especialmente hacia el cuerpo masculino -la crucifixión- crea el precepto del amor.
Es importante cuestionar esta idea de amor, porque el criterio del amor es a través
de la tortura. ¿Cómo está introyectado en la conciencia de todos y cada uno
esta idea del amor por el terror? Por
ende, debemos colegir, desde
la inconciencia colectiva -a nivel mundial, donde está posicionado el
cristianismo- que el amor se comprende
por la violencia. ¿Cuántas guerras en
nombre de ese dios se han inscrito en la historia de la humanidad? Todas donde esta
supuesta deidad tiene su influencia.
Es
necesario visualizar esta construcción religiosa del cristianismo, como muchas
otras, porque como tal apela al miedo para su reelaboración constante. El miedo
como un ritual en sus significaciones, véase: las procesiones, las fiestas
luctuosas, los rezos y otros ritos que mantienen un velo confuso entre las
acciones concretas de la vida y la promesa del más allá. Sin duda, este modelo
religioso -con su dios de castigo- es exitoso por el temor que provoca, aunado
a la militancia de los religiosos, quienes auguran conocer los secretos de ese
más allá y te premian con los mismos si te comportas bajo su mandato. ¿Existe el más allá?
Pero
este mandato religioso vuelve al inicio, como una espantosa tautología; porque
es a través de la violencia emocional que se ejerce el miedo y es con lo que te
pueden premiar o castigar. Sin embargo, esta cosmovisión -la religiosidad
cristiana- se ha ido fracturando por el mismo paso tiempo, al comprender la
humanidad que sus principios teológicos se desmoronan por los alcances que
hemos tenido. Por ejemplo, en la colonia, los curas amenazaban con enviarte al
infierno, es decir debajo de la tierra, si te portabas fuera de sus mandamientos.
Pero hoy comprendemos que el planeta en las sub cortezas es un manto de granito
en ebullición, que responde al movimiento que impone la ley de la gravedad y
que allí no hay ningún diablo, demonio o similares. Y también comprendemos que en el cielo no
está dios, en dado caso hay un cosmos en expansión.
En
síntesis, vivimos en una sociedad signada por el miedo del pensamiento religioso
conservador. Es decir, la conciencia social de la mayoría de sus habitantes
ataca con vehemencia todo aquello que sale de su rígida estructura mental. Además,
acá un punto nodal como tesis probada: los “conservadores de mentalidad
religiosa” son las personas acomodaticias en sus opiniones, también son arribistas
y mediocres de posición; es decir, si afecta sus intereses mezquinos, como es
le caso de los diputados corruptos, aprovechan para oponerse. Por eso, sin
tener un discurso coherente, van a interpelar al Procurador de los Derechos
Humanos.
Lo
lamentable es que como sociedad -eminentemente religiosa- no se comprende que
este modelo político está en crisis, porque se rige por los dogmas del cristianismo:
la violencia masculina. Pero le invade a la sociedad -como tal- el miedo que
este modelo de pensamiento impone, por eso apenas actuamos. El dios del castigo
nos vigila, con sus curas y demás séquito de fanáticos.
Como
otra percepción, la posición de este grupo de mujeres, quienes sacaron en andas
a la Santa Vulva, legitima un derecho de expresión sobre otros elementos de lo
sagrado: lo femenino. Nos falta mucho por construir como modelo social con
dignidad, pero tengo la certeza de que el feminismo no dogmático, alejado de
las religiones, aportará bases sólidas. En dado caso, hay que cuestionar la
misma idea del dios macho omnipotente. ¿Nos podremos alejar como sociedad de esa idea
de dios?
Intuyo que el temor que provoca el terror del poder
masculino incluye algunas mujeres y sus vicios de poder, el enriquecimiento
ilícito, por eso los diputados intentarán desaforar al Procurador de los Derechos
Humanos y condenar a las mujeres que participaron en esta expresión. Estas
palabras son un hálito de esperanza para que no suceda y, en todo caso, lo
único que debe desaparecer es ese congreso regido por corruptos.
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