Sintió el plomo
cortar su carne, luego cayó lentamente y la vida se fue apagando como los
suspiros sin amor. Pero antes de exhalar el último aliento recordó fragmentos
dispersos de su trayectoria; pensó en aquel día cuando asesinó la primera vez a
un hombre y en la mujer que juró amar. No dejaba nada detrás, su vida fue un
cúmulo de actos violentos y vivió de forma cruel.
Los fusilados de Francisco de Goya |
Por ser de
barrio marginal fue condenado a muerte, para dar ejemplo; su ejecución serviría
-según las personas honorables- para que los malhechores tuvieran miedo y no
cometieran más fechorías.
Él, ese gris
amanecer, vio a los hombres armados que le apuntaban y sonrío con sorna, el
ayer no era nada y el mañana nunca tuvo sentido, vivió al filo cada día.
En su nombre se
desataron las polémicas más grandes, los menos abogaban por la vida, la mayoría
-ciegos borregos e impulsados por un fanatismo mediático- aplaudía su ejecución
pública; esas miles de voces cuchicheaban que así la "sociedad"
tendría ejemplo. Pero en el mismo instante que el plomo le partía la vida en
otra parte de la ciudad diez hombres asaltaban un banco, un niña era violada y
a los criminales les importaba poco lo que sucedía en la cárcel y menos qué
pensaban las "buenas" personas. Hoy -como mañana- decían los
apestados de la tierra había que sacar el día para comer algo.
Esta sociedad
-la nuestra- individualista y malvada nos ha inculcado los valores del egoísmo,
el arribismo y la codicia como ejes morales fundamentales de la vida, por
eso la mayoría es capaz de admirar al
criminal de cuello blanco por la opulencia con que llega a vivir; como al alto
funcionario o un empresario deshonesto, quienes le roban millones al Estado, es
decir a nosotros los ciudadanos y nos condenan a vivir con violencia e
inseguridad e incluso aplaudir la pena de muerte de un don nadie como un acto
redentor. Sin comprender que estos criminales -de cuello blanco no el
carterista- son los responsables de la debacle social que vivimos cada mañana.
En ese sentido,
me parece ridículo e irónico que por allí se ande promoviendo por parte de una
ex diputada una ley a favor de la pena de muerte, porque ella -en particular,
por si no lo recuerdan- forman parte de este círculo infernal en que se ha
convertido nuestro país; su padre creó una época de terror, incluso, fusiló de
manera sumaria a quien se le dio la gana. Fue un canalla dictador, eso fue y
espero que lo condenen en vida y la historia lo esconda del juicio de los
justos. Ella como los diputado ladrones, le han robado a la patria millones y
están tan campantes que da vergüenza vivir aquí por personas de este calibre
moral, quienes aplauden a la pena de muerte.
Querido lector,
aunque usted no lo crea el relato inicial de esta columna forma parte del
imaginario de uno de los dos últimos hombres fusilados en el país, aquel lunes
de septiembre del año 1996. Por eso sé que llegó el día, nos podemos levantar
-como sociedad- y caminamos al paredón de fusilamiento (creo que eso va a
pasar) oímos nuestras voces gritar preparen, apunten... para inmolarnos o reinventamos nuestra forma
de vivir, es decir nuestros valores para que la vida tenga un sentido de bondad
y equilibro para todas y cada uno. Suena cursi la frase anterior pero con
ciertos ideales hay que vivir, ¿acaso usted no los tiene?, ¿cuáles son? Usted
lo sabrá.
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